martes, 18 de junio de 2013

La transparencia real de la política.

En estos últimos meses la prensa se hecho eco de la intención que el gobierno tiene de legislar a favor de una mayor transparencia de las instituciones. Rajoy ha pedido un pacto a otras fuerzas políticas no con demasiado apoyo. Y es que da la sensación, de que esto no es más que un "paripé" transitorio. Un mira para otro lado. No parece que dichas reformas legislativas tengan ni el impulso, ni la voluntad suficiente como para que terminen siendo un arma real contra el fraude y la corrupción.

Al ciudadano de a pie, o al menos a mí, le queda la sensación de que existe una doble vara de medir para los delitos. Que hay señores que defraudando millones de euros se enfrentan a condenas mucho menores en proporción a la que debe cumplir el que por ejemplo no paga una hipoteca. Pero más allá de lo justa o no que sea una condena, queda una sensación aún peor, la de impunidad. No somos pocos los que entendemos que este sistema político carece de transparencia, que es opaco y manipulable. Que existe una dictadura en el seno de los partidos, que impiden la crítica interna, que pone a dedo a sus dirigentes, y favorece el mercadeo de favores y contrafavores según qué intereses. Con un simple vistazo es posible entenderlo, y es que tanto los unos como los otros niegan la mayor siempre y apelan a la presunción de inocencia automáticamente. No hay investigaciones internas, ni se facilita la investigación policial. Todo es oscurantismo.

Por otro lado la ley electoral vigente ampara este sistema viciado, la ley de partidos es un timorato esfuerzo para mejorarlo y la disciplina interna de los partidos un chiste al mal gusto. Ante este panorama, sólo faltaba que la casa real tuviera otro desvarío, bueno, pues estos días ya lo tenemos. Ahora en forma de fincas que nunca pertenecieron a la infanta y que según aparece en hacienda constan como vendidas.

Pero no todo es responsabilidad de nuestra realeza, mirando a nuestros alcaldes y concejales, a las diputaciones y comunidades y por último al gobierno, todo huele a podrido. Nadie se cree esta farsa, nadie. La burbuja más que un error político, fue un anhelo político. La ocasión perfecta para enriquecerse a costa de un puesto político. Enriquecimiento ilegal e inmoral logrado gracias a escalar los puestos necesarios en la organización política de turno, mediante el "compadreo".

Muchos se refugian y lo seguirán haciendo en que no hay nombres ni pruebas para tales afirmaciones, y están en lo cierto, pero también lo es, y tal vez sea lo que los ciudadanos queremos, que es preciso un enjuiciamiento masivo de la clase política. Y es que hay demasiadas dudas, las alcaldías son un punto de mira muy cercano, empañado con demasiada frecuencia por el ladrillo y por el cobijo de las cajas de ahorro. Los desvarios constructores de los últimos años tienen un porqué, y a todos nos encaja la corrupción entre los motores de impulso, más allá de lo meramente mercantil.

 Y es que con un sistema político tan turbio el ciudadano no puede ver el fondo del río, ni saber si este agua llegará a buen puerto.

MCA

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