miércoles, 1 de mayo de 2013

Mordiendo el filo del cuchillo. Reflexión.


Mordiendo el  filo del cuchillo, bajo la protección del paredón milañero de la fe más abstracta y difusa, llama traidor al pensador libre de causa y obligación eclesiástica. Y allá donde yo vaya, sea cual sea el dolor que me inunde, jamás he de confesarme ante hombre cualquiera, que en sí crea ser institución de la más diminuta de las iglesias. Y por rencor que me apriete no he de colocarlo en la sien de ningún ignorante, sólo pena tendré del que obstruye su mente, y cual demente entonces quede. La verdad es tan sencilla que la complejidad que la acompaña solo la empaña, y es preciso desenmarañarla, por tanto, no hacer todo lo contrario, como aquellos que tienen y tuvieron en sí la creencia de poseerla, no más que por el hecho de quererla, y desde su propio credo, destruyen toda vía distinta de búsqueda y desenmarañamiento, al viento de sus guías espirituales vivos e inmortales que creen que les acompañan desde el más allá, donde es ley poseer “la verdad”. Y es este el último acicate a tan desafortunada conducta, tan ilógica como real. 




MCA.

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