miércoles, 15 de mayo de 2013

Microcuento.


Los microcuentos son uno de los estilos literários más libres y veloces, sin estructura básica y en apenas unas decenas de lineas el autor debe contar una historia en prosa. Os dejo con uno que escribí hace ya unos años.

Microcuento.

La luna es un punto ínfimo en el horizonte, un breve resplandor amarillo que se esconde entre el vaivén de las nubes que apagan la luz de las estrellas esta noche de primavera. Se escucha a los grillos tocar en orquesta y todavía resuenan las últimas gotas de la tormenta, que caen intrépidas y ruidosas desde el tejado hasta los abrevaderos de hojalata del patio delantero de la casa. Y las nieblas ocultan el bosque en una noche fría y de espanto. También se oyen murmurar las hojas castigadas por el viento, allá en la ribera se escuchó el estruendoso ruido de un árbol caer.
A veces se duelen las persianas por los azotes del aire tempestuoso, pero por lo demás en la casa sólo se escucha el reloj de pared.

Por la vereda que da a la casa se adivina una figura extraña que se dirige hacia aquí, yo en la ventana de la habitación, en la segunda planta, observo; entre mantas, arropado del frío, y tembloroso no sé porqué otro motivo; la escurridiza figura, que traza vaivenes aprovechando el movimiento de las nubes, anda ocultándose, ahora sí, ahora no, tras la densa y húmeda niebla; la cuál lo impregna todo hasta el olor del ambiente. 

Tiene forma humana, pensé por un instante, pero no duró mucho mi visión pues se ocultó de nuevo. Ahora parece retroceder para el bosque. Y se esconde entre la arboleda… sigue el reloj hablando de tiempo con la pared en su continuo tic-tac, mientras se escucha a ratos los grillos… el viento no cesa, ni el batir de las hojas, ni el quejido de las ventanas. Pero la figura ha desaparecido. Han pasado unos largos minutos, y mis párpados combaten con mi vigilia, cayéndose débilmente. Nada ocurre allá afuera, en este solitario lugar, lejano de la luz eléctrica, aislado de la presencia humana.

Parece que un animal cojea a lo lejos, es la figura de antes, se aproxima veloz… como extasiado o endemoniado, no cojea… arrastra algo… me resulta familiar.

Es el enterrador, y con él arrastra un ataúd… se aproxima a la puerta de entrada.
Ya oigo los golpes… el miedo me inmoviliza, pero insiste en los golpes y grita mi nombre. Crujen las escaleras a cada paso que doy mientras bajo a recibir esta inoportuna visita, han pasado las tres de la madrugada.

Tomo aire antes de abrir la puerta, mientras sostengo una vela de temblorosa llama.

-Esto es para usted… me dijo.
- Pero ¿Quién le ha dado esto? – respondí.
- Aquí pone… ¡Quién menos se imagine y quién más cerca esté!
-¿Pero se lo han dado en mano?- sigue sonando el reloj, como si corriera.
- Sí. Una señora, que al descubrirse parecía tener el rostros envejecido… pero con la poca luz de hoy no le puedo decir. Aunque parecía muy delgada, casi una calavera, pero llevaba un capuchón. Me dijo, que le sería útil… para cuando la visite. Que será… no se preocupe usted… que por mal anfitrión que sea vendrá a rendirle visita.
- Entonces me caí desmallado…

Salto de la cama, es de día, todo es un sueño… salvo por esta cama tan fría.

MCA

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