martes, 22 de enero de 2013

Democracia.

Para cuándo queda levantar la mano.

Era un niño cuando mi profesora de Historia se paraba con detalle a explicar una forma de entender el ente político, una forma que buscaba la voz de los menos, la voz de los reprimidos por la sociedad. Era además un modelo de representación directa, donde los representantes eran elegidos y podían perder su condición de igual modo. Aquella forma de ver la realidad era antiquísima y estaba casi olvidada salvo por eruditos que durante milenios la habían conservado. Resultaba raro para aquél niño entender que esa forma tan hermosa de cultura política hubiera estado tantos años encerrada en alguna estantería polvorienta de algún convento o universidad. Después de aquel día que nos hablaron de la legislatura popular, de la voz del pueblo, dedicamos el curso completo a entender las miserias que los sucesivos reyes, señores feudales y dictadores hicieron pasar a sus respectivos pueblos. Las miserias del hambre, la sed, el frío o la enfermedad, pero también las que tienen que ver con aquello que de algún modo nos hace diferentes a otros seres vivos, nuestra inteligencia y razón social. Nuestros antepasados eran denigrados, violados, encerrados, maltratados y obligados a encerrarse en un mundo oscuro, donde la única vía de escape era pasar a la otra acera, y como el poderoso de turno ser vil, cobarde, malvado, cruel, ambicioso y sin escrúpulos. Maquiavelo enseñaba a ser un príncipe de aquellos, a atemorizar a la población, a ser rebuscado y no mirar atrás. Yo en clase miraba por la ventana y me imaginaba en aquella época, trabajando de sol a sol por poco más que la miseria de poder seguir viviendo, engañado por la fantasía de tener algún día una vida mejor, aunque fuera tras la muerte. Engañado por la imagen de reyes misericordiosos o por la grandeza de un reino, creyendo que era parte del mismo. Nos contaban las alianzas entre coronas para tomar fuerza. Había reyes que ni tan siquiera conocían el idioma, Carlos III, por ejemplo, y que los gobernantes estaban tan alejados del pueblo que no conocían ni siquiera las miserias en muchos casos. Entonces la gente se agarraba a los pregones más o menos organizados y orquestados que la iglesia hacía para evadirse de ése su maldito mundo y volar con la imaginación y según algunos la fe a otro lugar. Se atrevían a hacer cruzadas y matar moros, moriscos, judíos, indígenas y todo aquel que se presentara sin un cruz. Era también poderosa aquella institución, gobernaban la necesidad que tenemos de ser felices (además del poder en la misma tierra). 

Al final del curso hicieron un inciso en aquella primera clase que tuvimos para explicar que España era un Monarquía Parlamentaria, que pertenecía a la Unión Europea que estaba bajo un sistema económico llamado Capitalismo, que era laica y que estábamos en democracia.

Yo que era un niño me lo creí a pies juntillas, no tenía dudas y no se me ocurrió preguntar. Hoy no entiendo todo esto de la transición ejemplar. Para ver si me aclaraba un poco me dije, voy a ir por partes y busqué democracia en el diccionario y dice tal que así "Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado" , o bien, "Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno". Pero resulta ser que hay un rey no electo, que según donde vivas tu voz tiene más o menos peso porque existe una ley que llaman electoral que intenta salvaguardar la democracia, pero otorga de base más poder a unos que a otros, que casi no hay elección entre los representantes porque siempre gobiernan los mismos partidos, o lea se sectas políticas, y que encima no puedes elegirlos directamente porque aparecen en algo que llaman listas cerradas. Además el gobierno reprime a los menos, a los que no creen en un cierto dios, ya que les da privilegios y enseñan sus creencias a costa del impuesto de todos. Impuestos que se utilizan en el mayor de los casos sin estar claros sus destinos, amén de que no es posible que el miserable ciudadano de a pie pueda decir nada o decirlo mediante miles de trabas burocráticas y plazos. Además esos señores eligen su sueldo, sus vasallos o como los llaman ahora asesores y hasta sus caballos, quiero decir coches.
Y resulta que somos parte de una Unión que es gobernada por no sé que mercados y que no importan las leyes porque hay que satisfacerlos, saltándose si es preciso lo que al pueblo dejaron elegir y que no importa que el ciudadano viva para trabajar, para consumir y poder llegar al estado del Bienestar, o al paraíso celestial como quieran llamarlo.

Yo no sé ustedes señores pero ahora que soy mayor creo no entiendo aquella lección de la Democracia y quizás sea hora de levantar la mano y preguntar si al coger aquel libro no se equivocaron de cajón.


MCA.


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